lunes, 21 de diciembre de 2020

La noche más larga del año 2020.

 

¡Buenos días!


 Hace unos minutos ha comenzado el invierno, llegó el Solsticio de Invierno.

 Dicen los meteorólogos que ha sido la noche más larga del año 2020, y sí, estoy doblemente de acuerdo, no puedo negar la evidencia astronómica pero si puedo añadir un pensamiento.

 Este año ha sido una larga noche, una noche a la cual costaba encontrar el amanecer.

 Una ex alumna me dijo un día, “¡Ay doña Virtu, que sin quererlo vamos a pasar a los libros de Historia! Esto es una guerra, pero no vemos al enemigo.”

 Y realmente creo que tenía razón. Yo oía a mi abuelita hablar de la gripe del 18, la mal llamada Gripe Española, y como uno de sus hijos con 17 años había muerto de ella. Eran historias para contar  en las noches de los recuerdos. Pero ahora nosotros sin pedirnos nadie permiso nos convertimos en protagonistas de esta pandemia.

 Momentos de miedo ante lo desconocido. En esta situación sacamos los recursos para sobrevivir al aislamiento, las viejas fotos escaneadas, los libros aparcados para luego, la viejas recetas de las abuela, y… pero sobre todo encontramos TIEMPO, aunque en ocasiones era demasiado y no sabíamos qué hacer con él, en otras nos convertimos en avariciosos y comenzamos a atraparlo para poder hacer todas aquellas cosas para las cuales no lo  habíamos tenido . Internet y el teléfono fueron nuestros aliados y sirvieron  para luchar contra el aislamiento. Pero hubo mucha gente que  no lo vivió de igual manera y les faltó esa mano virtual, no ya la física que se echó demasiado de menos. Y la parca caminó por encima de nuestras cabezas, de las de todos.

 Pero curiosamente frente a ello aparecieron las ganas de un amanecer lleno de luz y salimos a la calle descubriendo de nuevo aquella magnífica sensación de los rayos de sol en nuestra cara. Pero nos siguen faltando los abrazos, los besos, las risotadas. La vida se empeñó en seguir, no utilizamos tantos coches y sí conseguíamos  ver el cielo estrellado, necesitábamos verlo.

 Y esperando, esperando hemos llegado hasta hoy. Hemos perdido a gente en el camino, hemos encontrado a otros.

 Y pienso que debemos aplicar esta experiencia a nuestras vidas para descubrir lo importante y necesario que es que predomine “el ser sobre el tener”, el amar, la amistad, la solidaridad. Porque  será en los momentos pequeños, en las miradas que se asoman por encima de las mascarillas donde tendremos que entrever una sonrisa, un gesto de tristeza. Tenemos que abrir nuestros sentidos para seguir comunicándonos. Porque necesitamos sentirnos unidos, ahora más que nunca.

¡Feliz solsticio!

Os quiero mucho.

Mª Virtudes Várez Pérez

21-12-20


viernes, 19 de junio de 2020

Tiempo, tiempo... El sábado, 20 de junio de 2020, a las 23:43, comienza el solsticio de verano.



Curioso ese 20 repetido.

Este año, o mejor estos últimos meses, hemos vivido  una repetición detrás de otra, hemos vivido todo tipo de sentimientos. Hemos repetido los días, las semanas, los meses.

Todas estas vivencias me hacen pensar en que hemos tenido que repetir los días para darnos cuenta de que había algo que no estábamos haciendo bien.

Vivíamos en  una carrera para llegar los primeros, los primeros en todo. Y de repente frenamos, o mejor dicho, nos frenó un “bicho”. Y recuerdo una frase terrible, oída en el comienzo de los 80, “es un bichito tan pequeño que si cae al suelo se mata” terrible y desafortunada frase. Pero ahora nos hemos vuelto locos tratando de matar  al “bichito” que curiosamente, estéticamente,  parecía  escapado de una serie de “manga”, pero no era un dibujo ni un holograma, era una realidad, un enemigo agazapado en cualquier rincón o pliegue de un guante de nitrilo.

Nos quedamos en casa, los mayores y los pequeños, el concepto de tiempo varió, pasó de ser un concepto veloz a uno lento e incluso en ocasines  muy lento.

Descubrimos que aquel reloj que llevaba el conejo en Alicia no nos servía.

Optamos por la supervivencia, por descubrir al que teníamos al lado y al que teníamos dentro de nosotros. Cada uno se enfrentó de forma diferente a la situación, unos optaron por la series de TV queriendo matar el tiempo, pero el tiempo era resistente mucho más de lo que cabía suponer y no les sirvió, otros comenzaron a recordar cuantas cosas habían dejado en sus carreras contra el reloj  para cuando tuvieran tiempo, y se encontraron con que lo tenían, e incluso algunos descubrieron que ese era insuficiente para rescatar todas aquella cosas que habíamos dejado para después, porque ¿ qué pasaría si de repente se anulaba este aislamiento y no habíamos terminado nuestros sueños aparcados?

No, había que sacarle tiempo al tiempo y comenzamos a escribir, pintar , recitar poesía, hacer música, escucharla, sacar de una pila de libros aquellos que habíamos aparcado para después… aunque en el fondo de nosotros mismos sabíamos que nunca tendríamos un momento para rescatarlos. Pero hubo tiempo. Y esos libros tomaron el poder.

Padres e hijos se encontraron en una convivencia desconocida y esa situación no debía destrozar nuestra relación, en algunos casos superó las espectativas, en otros nos permitió redescubrir un hombre nuevo dentro de nosotros.
                               
El mundo se paró, sí, se paró, y la naturaleza dijo “ahora es la mía, vais a aprender algo que llevo mucho tiempo  diciéndoos”. Hubo un silencio natural, por las mañanas, al amanecer, escuchábamos el trinar de los pájaros y nos sorprendía, era algo nuevo. Hasta las borrascas pudieron entrar y dejar caer su agua, antes la contaminación les impedía su ejercer su función. 

Los relojes tuvieron  un simple valor orientativo, ya no marcaban nuestro destino.
Redescubrimos al amigo, el valor de la palabra, largas conversaciones, telemáticas, telefónicas nos permitieron hacerlo. Después de todo, no eran tan terrible el aislamiento, era una nueva forma de afrontar la vida, la vida con tiempo. 
Y aunque fuera de nuestras paredes hombres y mujeres dejaron su vida en los hospitales para salvarnos, con un simple aplauso creíamos que era suficiente para agradecer tal  entrega.
De nuevo nos lavábamos las conciencias.
Y olvidábamos a aquellos docentes que perdían las pestañas en los ordenadores, luchando con las caídas de la red, los sistemas que no cargaban, con sesiones lectivas de casi todo un día, porque en el fondo “no tenían clase”. Salió a flote un viejo tópico sobre los mismos.

Y llego a una conclusión. 
Se perdieron los abrazos, los besos de los que queremos y de los que solo teníamos una imagen virtual,  pero creo que descubrimos al vecino del 5ª y al vecino de enfrente, y a pesar de que subíamos solos en el ascensor por necesidad, en el fondo necesitamos subir acompañados como antes pero de otra manera, pudiendo decirle buenos días, compartiendo ese pequeño viaje.

Pero pienso  en que  si  volvemos a nuestras viejas prácticas y el tiempo, de nuevo “ese” tiempo vuelve a enseñorearse de nuestras vidas, abocándonos de nuevo al fragor de la vida y de la soledad verdadera, la soledad en compañía, que es la peor de las soledades, no habrá servido para nada esta experiencia.

En estos días repito el tema del tiempo, en una ocasión, allá sobre por el año 2017, ya lo hice, siempre me hizo pensar la frase de Suetonio “FESTINA LENTE” (apresúrate despacio)

Y hoy es un día con más luz  y necesito atraparla porque soy sabedora de lo engañoso del solsticio de verano. Por esa razón he estado poco a poco atrapando las luces de estos días previos que iban creciendo poco a poco, porque después de todo mañana tendremos menos luz y así hasta el próximo solsticio en que la oscuridad nos abocará a la luz.

Deseo que hayamos sido capaces de poder atrapar los momentos vividos y que todos hayamos crecido como personas. Que nos demos cuenta de que debemos parar para tomar aire y sentir, para hablar, para coger la mano del que tenemos al lado, de que  no debemos ni podemos olvidarnos de que mañana es hoy. De que hemos vivido o estamos viviendo una situación excepcional.

Hace unos días comprando en una gran superficie me encontré con una alumna que me dijo  “¡Ay, doña Virtu! Vamos a hacer historia, vamos salir en los libros, porque esto es como una guerra, pero no vemos al enemigo. Pero yo sí sé quiénes son los amigos, todos los que tengo al lado, a mí alrededor. ” Me hizo llorar.

Feliz Solsticio de verano! ¡Y hasta la próxima!

Os quiero.

Mª Virtudes Várez.



sábado, 25 de abril de 2020

Se puede pasar por la vida siendo un gran profesor, pero muy pocos son verdaderos MAESTROS, a todos ellos GRACIAS.




 
No me puedo olvidar de esta fecha.
Estábamos en clase y de repente Valero entró por la puerta diciendo lo que había sucedido en Portugal. Era 25 de abril de 1974.
 
A los pocos días pude asistir a una clase magistral, presidida por don Samuel Sáez. Doctor, Catedrático de Geografía Física y por uno de nuestros compañeros, aquel que nos transmitió la noticia.
Fue muy  emocionante el ver a don Samuel y a Valero sentados en una silla de clase, se habían bajado del estrado. Todos nosotros estábamos a su alrededor oyendo cómo José Ramón nos iba desgranando los hechos bajo la aquiescencia de don Samuel. Cuando terminó hubo un silencio que se cortaba, pero se rompió rápidamente con un aplauso general. Está claro que no estábamos toda la clase, si dijera eso mentiría.
Pero me siento orgullosa de  que Valero me regalara la copia del texto, de tener la copia del original, en aquel papel amarillo de las copias mecanográficas, para mí es un tesoro y un símbolo.
 
Un MAESTRO puede marcar los destinos y don Samuel lo hizo. Valero terminó enseñando Geografía en la Universidad, investigando en torno a la Guerra Civil, yo seguí los pasos de aquellas rutas de la cuales hablaba en sus clases, de su paso por el Pirineo, buscando aquellos dólmenes que él había fotografiado en blanco y negro, pero sobre todo busqué San Juan de las Abadesas y lloré al ver aquellas figuras que él mismo había salvado en su periodo como soldado en la Guerra Civil, a bordo de un camión y recordaba su relato sobre cómo, con un fusil, defendió de la barbarie la destrucción del reloj y demás esculturas del altar. Lloré por todo lo que significaba en cuanto  a la toma de posiciones ante la vida y di las gracias.
 
En cierto modo, cuando llegó  el “Diario” de Jesús Asunción a mis manos me acordé de mi Maestro y luché para que saliera adelante pese a los obstáculos con los que me encontré, en la parte que a mí me corresponde de “Comiendo en plato vacío”  hay una parte de él, entre otros.
 
Se puede pasar por la vida siendo un gran profesor, pero muy pocos son verdaderos MAESTROS, a  todos ellos, GRACIAS.

lunes, 24 de febrero de 2020

La música, siempre la música, acompañándonos.




Decía Alfredo Conde en “Los otros días" :


Y cuando todo estuvo cubierto de música, cuando ya nada cabía, ni dentro, ni fuera de nosotros, supe que todo estaba suspendido y que el fluir  y el refluir, no eran perceptibles y que flotábamos en el cosmos llevados de la armonía.”

De nuevo suena el “Vals de la viuda Alegre”, 78 años después,  y consigo con él recorrer  el espacio y el tiempo y de nuevo comprobar que somos música. 

Que la música la heredamos, que nacemos con ella, que forma parte indisoluble de la vida y por tanto del recuerdo. Incluso afirmo que en cierto modo nos hace inmortales al perpetuarnos en sus acordes, sus notas, porque una parte de nosotros en un momento determinado fuimos capaces de hacer vibrar nuestra mente en la misma onda de vibración de las notas que sentimos dentro de nuestro ser. 

Diversas experiencias de nuestra vida siempre estarán asociadas a diferentes músicas.

Las distintas vivencias por las que he pasado han estado acompañadas por ella. La muerte y la vida con el “Va pensiero”. Mi toma de conciencia con la vida con ‘Grandôla, Vila Morena’. La ternura de acunar a un hijo con “Mas vale trocar” de J. de La Encina. Corregir exámenes con auriculares y “LaTraviata” a todo volumen. Bajar de noche andando por aquellos senderos de “Coronas Grabiel”( Grabiel en aragonés)  al acorde de todas aquellas canciones que sabíamos para asustar a cualquier animal que pudiera acercarse a nosotros. La verdadera y preciosa historia, por suerte o desgracia desconocida, de la Paloma de Iradier en aquellos intrincados caminos, tortuosos,   del Valle del Ara, los sueños. Y en la vejez cantar aquellas canciones y retahílas que cantábamos de niños y descubrir que aquella vieja canción, que ahora canta tu nieta,  contaba una historia y que su origen saltaba más de tres o cuatros generaciones y que estaba cargada de un significado que teniéndolo delante desconocías. La serenidad de una larga tarde, íntima y propia, de los conciertos de flauta de Haydn o simplemente oír caer el agua en aquella “cascada “ que nos robaron y que con ella se fueron las ranas.  La noche comenzó a sonar diferente, ya no era la misma noche.

 La música, siempre la música, acompañándonos.

¡Gracias por la música.!

MªVirtudes Várez .


J. Haydn - Hob VIIf:D1 - Flute Concerto in D major (Leopold Hoffmann)