sábado, 21 de diciembre de 2019

Nos acercamos al fin de otro año. Se cierra un periodo, comienza otro...


SOLSTICIO DE INVIERNO, 2019



Nos acercamos al fin de otro año. Se cierra un periodo, comienza otro. Tenemos montones de proyectos que sabemos a ciencia cierta que no llegarán a puerto.

Corremos demasiado y soñamos poco, porque nos falta tiempo, tiempo para descubrir a los que nos rodean.

En cierto modo no es que no nos importen los demás, es que  sencillamente no nos importamos nosotros  mismos. Pero nos engañamos  con falsas gratificaciones que en el fondo solo consiguen ahogarnos, porque son el resultado del empleo de nuestro tiempo en alcanzar metas que solo nos permiten Tener mientras aparcamos el Ser.

Y así unos y otros estamos en una carrera para alcanzar esas falsas metas que solo son fuegos de artificio y que terminan no llenando el hueco de lo que buscamos en la vida.
Por favor, paremos, escuchemos, hablemos, respiremos.

Es sencillo alargar una mano y sentir el calor de otra mano, la caricia de un beso, el frescor de una sonrisa. Dar la vuelta sobre nosotros mismos y apoyar nuestra espalda en otra espalda que está haciendo lo mismo.

Me niego en estos días a seguir escuchando palabras trasnochadas y perdidas en la historia y en el tiempo.  No quiero ver repetirse errores históricos anteriores, costaron demasiado dolor.

No puedo comprender cómo perdemos el tiempo en inventar una realidad ficticia basada en la injusticia y comprobar cómo hay orejas capaces de oír, no  de escuchar,  esas historias  y ni siquiera plantearse si son ciertas. Triunfa la injusticia, la falta de verdad, el engaño, la mentira  orquestada con todo tipo de tramoya tendente a anular la voluntad y el sentido de la justicia.

 No. Me niego. Y hoy quiero gritar, no nos dejemos engañar por voces, por cantos de sirena , tenemos oídos y sabemos y debemos escuchar y analizar lo que oímos y por supuesto actuar por un mundo donde  la verdad sea verdad, donde haya pan para el blanco y para el negro, azul o amarillo, donde no aceptemos como normal que los hombres o las mujeres mueran bajo las aguas del Mediterráneo, donde  cuando veamos morir  a una persona en televisión de un disparo en una  de las guerras que en el mundo han sido no nos quedemos impasibles porque como no nos hace daño …

Ver cómo nuestra tierra se destruye por la avaricia de unos cuantos que a la postre piensan que “cuando todo esto se destruya yo ya no estaré aquí”. Los que no se dan cuenta de que la Tierra no es nuestra, que es solo un préstamo de la Naturaleza y que solo somos inquilinos que incumplimos un contrato, el del respeto a esa tierra, porque el futuro siempre lo vemos lejos, muy lejos, y además pensamos que no va con nosotros.

Me está desbordando este año, demasiada muerte, una sola es demasiado,  y sé que no se puede producir el cambio de repente por arte de “birli birloque”, pero pequeños gestos pueden ser el comienzo para los grandes cambios.

Quiero a Melchor, Gaspar y Baltasar, no quiero que la política me los cambie, quiero y exijo el derecho a darles un beso a Sus Majestades y sentir que es cierto  que son de “molla”, de verdad, y que el cinco de enero vendrán a mi casa con unos pocos regalos, tiempo, amor, cariño, diálogo, comprensión y, por supuesto, respeto. 

Igual me he pasado en pedir tantas cosas.

¡Hay que intentarlo!
¡¡Feliz Navidad!!
                                                                                                                Mª Virtudes Várez .


miércoles, 31 de julio de 2019

Pequeños placeres.




Hoy he oído hablar de un libro, “La pluma” de Amalia Marfeo, escritora novel, y me ha sorprendido su presentación así como la descripción del contenido de la novela y del significado de la escritura con pluma, junto a las historias de la plumas.

Soy una adepta a la escritura  con pluma.
¡Si yo tuviera las plumas que he destrozado en mi niñez!
Me gusta el trazo del plumín rasgando el papel o más bien bailando sobre él, porque con una pluma aparece un nuevo  sentido, el sentir que escribes, lo sientes en el tacto al desplazar la pluma, la escuchas susurrándote la palabras al arañar el folio,   hueles las palabras porque como en los viejos libros hay olor, el olor a tinta. Es una escritura con todos los sentidos.
Decían los grafólogos que solo cuando se escribe con pluma se puede analizar con más certeza la escritura. Incluso en el nacimiento de los bolígrafos, los Notarios no dejaban firmar sus protocolos con bolígrafo, debían firmar con pluma estilográfica, porque se alteraba el trazo de la letra.
Y de repente aparece en mi cabeza un recuerdo asociado a una pluma.
Finales de los 50.
Hacía mucho calor, la Americana le molestaba, era comienzo del verano y había decidido volver por el puerto de Biar para ir al Secanet.
Las revuelta de la subida hasta llegar a la cantera, una curva detrás de otra, culminando el puerto comenzaba una bajada, que siempre que podía solía hacerla con el motor del coche apagado, bajaba solo, eran otros tiempos y otros coches.
Después de todo si somos sinceros y tenemos memoria recordamos que en aquello años que se acercaban a los 60 casi no había tráfico, por no decir que el pasar de un coche sobre todo en los pequeños pueblos era motivo de acercarse a la persiana y mirar por ente las varillas. ¡Había pasado un coche! Y a esas horas con tanto calor.
Pero en el fondo de ese recorrido  había una búsqueda, la  de un placer, sencillo y maravilloso, beber agua en la fuente del lavadero de Biar. Sentía pasión por beber agua de los chorros, manantiales o regatos, estaba acostumbrado a hacerlo, era parte de su vida y además se había potenciado en sus años  de vivencia en Duruelo de la Sierra.
Llegó, paró, porque no creo que pueda decir que aparcó el coche, un “Citroën 15  ligero”, me hace gracia, en la distancia aquello de “ligero”. Y bajó a beber agua del caño, se quitó las gafas y mojo su inmensa calva, ¡era un placer de dioses! Pero, de repente observó que arrastrada por el agua se alejaba su pluma estilográfica, que siempre llevaba en el bolsillo de la americana o de la camisa, su  Sheaffer se había marchado, no se lo podía creer.
Nunca más volvió a beber agua en aquella fuente, y yo cada vez que paso me acuerdo de la historia y pienso en que cuando en algún momento se hagan excavaciones arqueológicas se deberán quedar sorprendidos, si es que esta quedó atrapada en la tierra, cuando la encuentren, o quizás siguió el curso de alguna acequia y sorprendió a un burro al beber, y si llegó a comérsela no sabremos qué sabor encontró. Pero si fue así, el burro tendría la lengua azul, para sorpresa y preocupación de su dueño.
Las plumas estilográficas sirven para muchas cosas,¡ hasta para los burros!

Mª Virrtudes Várez

viernes, 21 de junio de 2019

Han pasado dos solsticio y sus días.


Han pasado dos solsticio y sus días, quizás demasiado deprisa y yo había abandonado mis historias. 

Será…,  que me hago vieja y tengo tantas cosas que hacer que me falta tiempo para todo.
He recorrido por mis recordatorios diversos temas, la poesía, reflexiones mías y como no el cuento que escribí por estas fechas para María y Aina..

 Pero hoy, si soy sincera quisiera estar muy lejos de aquí, pienso y siento que estoy en el camino, de acceso a San Bartolomé, Ucero, Cañón del río Lobos, y que de nuevo andando me voy a encontrar con un regalo que en su día me sorprendió, sigo teniendo la sensación de que existe la magia. Una gama cruzó delante de nosotros, saltando un riachuelo acompañada por su gamito, cruzó y de repente se medio paró, giró su cabeza y nos miró con confianza, sin miedo, unos ojos muy grandes.
Esta historia parece increíble, falsa incluso, pero no lo es. Nos miramos cara a cara, yo también llevaba de la mano a una cría, a mi hija Andrea que con sus ojos abiertos de par  en par miraba asombrada y me preguntaba que si la gama y su gamito eran de verdad.

Imágenes a las que recurro en algún momento de mi vida, porque me dan paz. Al recordarlo soy capaz de sentir los rayos del sol, aquella brisa caliente  que emanaba del suelo, era todo un día, el tiempo suficiente,  para haber calentado la tierra y el viento removía aquel calor expulsándolo del territorio. Solos se oían los grillos reñir por grillar cada vez más alto, aunque el resto de mis chicos iban corriendo delante, bastante delante, casi desesperados por entrar en la gruta. Para ellos aquella gruta estaba cargada de magia.

Y me pregunto dónde estaba la magia, en aquellos lugares o en nosotros mismos.

Ahora en la distancia  de los años pienso que la magia es sencilla y humilde, que esta parapetada, en ciertos momentos escondida detrás de nosotros mismos y como somos muy torpes no nos damos cuenta y no nos giramos para encontrarla, quizás es qu,e es esquiva y ella se giraría hacia otro lado cuando nosotros la buscáramos. Ella quiere ser  parte de nosotros pero nosotros debemos ser capaces de encontrarla en cosa, vivencias, palabras, silencios o simplemente en esta corriente de aire que ahora me envuelve al entrar por mi balcón, cosas, momentos sencillos.

Oigo una música de fondo, el silencio o el ruido de un día cualquiera se ha cambiado por la música, aquella que Alfredo Conde en su novela “Los otros días” trataba de transformar en agua y conseguir licuarla, y por supuesto que  cubriera nuestros cuerpos.

Creo que este año he aprendido muchas cosas.

¡Feliz solsticio de verano 2019.!

                                        MªVirtudes Várez