viernes, 19 de junio de 2020

Tiempo, tiempo... El sábado, 20 de junio de 2020, a las 23:43, comienza el solsticio de verano.



Curioso ese 20 repetido.

Este año, o mejor estos últimos meses, hemos vivido  una repetición detrás de otra, hemos vivido todo tipo de sentimientos. Hemos repetido los días, las semanas, los meses.

Todas estas vivencias me hacen pensar en que hemos tenido que repetir los días para darnos cuenta de que había algo que no estábamos haciendo bien.

Vivíamos en  una carrera para llegar los primeros, los primeros en todo. Y de repente frenamos, o mejor dicho, nos frenó un “bicho”. Y recuerdo una frase terrible, oída en el comienzo de los 80, “es un bichito tan pequeño que si cae al suelo se mata” terrible y desafortunada frase. Pero ahora nos hemos vuelto locos tratando de matar  al “bichito” que curiosamente, estéticamente,  parecía  escapado de una serie de “manga”, pero no era un dibujo ni un holograma, era una realidad, un enemigo agazapado en cualquier rincón o pliegue de un guante de nitrilo.

Nos quedamos en casa, los mayores y los pequeños, el concepto de tiempo varió, pasó de ser un concepto veloz a uno lento e incluso en ocasines  muy lento.

Descubrimos que aquel reloj que llevaba el conejo en Alicia no nos servía.

Optamos por la supervivencia, por descubrir al que teníamos al lado y al que teníamos dentro de nosotros. Cada uno se enfrentó de forma diferente a la situación, unos optaron por la series de TV queriendo matar el tiempo, pero el tiempo era resistente mucho más de lo que cabía suponer y no les sirvió, otros comenzaron a recordar cuantas cosas habían dejado en sus carreras contra el reloj  para cuando tuvieran tiempo, y se encontraron con que lo tenían, e incluso algunos descubrieron que ese era insuficiente para rescatar todas aquella cosas que habíamos dejado para después, porque ¿ qué pasaría si de repente se anulaba este aislamiento y no habíamos terminado nuestros sueños aparcados?

No, había que sacarle tiempo al tiempo y comenzamos a escribir, pintar , recitar poesía, hacer música, escucharla, sacar de una pila de libros aquellos que habíamos aparcado para después… aunque en el fondo de nosotros mismos sabíamos que nunca tendríamos un momento para rescatarlos. Pero hubo tiempo. Y esos libros tomaron el poder.

Padres e hijos se encontraron en una convivencia desconocida y esa situación no debía destrozar nuestra relación, en algunos casos superó las espectativas, en otros nos permitió redescubrir un hombre nuevo dentro de nosotros.
                               
El mundo se paró, sí, se paró, y la naturaleza dijo “ahora es la mía, vais a aprender algo que llevo mucho tiempo  diciéndoos”. Hubo un silencio natural, por las mañanas, al amanecer, escuchábamos el trinar de los pájaros y nos sorprendía, era algo nuevo. Hasta las borrascas pudieron entrar y dejar caer su agua, antes la contaminación les impedía su ejercer su función. 

Los relojes tuvieron  un simple valor orientativo, ya no marcaban nuestro destino.
Redescubrimos al amigo, el valor de la palabra, largas conversaciones, telemáticas, telefónicas nos permitieron hacerlo. Después de todo, no eran tan terrible el aislamiento, era una nueva forma de afrontar la vida, la vida con tiempo. 
Y aunque fuera de nuestras paredes hombres y mujeres dejaron su vida en los hospitales para salvarnos, con un simple aplauso creíamos que era suficiente para agradecer tal  entrega.
De nuevo nos lavábamos las conciencias.
Y olvidábamos a aquellos docentes que perdían las pestañas en los ordenadores, luchando con las caídas de la red, los sistemas que no cargaban, con sesiones lectivas de casi todo un día, porque en el fondo “no tenían clase”. Salió a flote un viejo tópico sobre los mismos.

Y llego a una conclusión. 
Se perdieron los abrazos, los besos de los que queremos y de los que solo teníamos una imagen virtual,  pero creo que descubrimos al vecino del 5ª y al vecino de enfrente, y a pesar de que subíamos solos en el ascensor por necesidad, en el fondo necesitamos subir acompañados como antes pero de otra manera, pudiendo decirle buenos días, compartiendo ese pequeño viaje.

Pero pienso  en que  si  volvemos a nuestras viejas prácticas y el tiempo, de nuevo “ese” tiempo vuelve a enseñorearse de nuestras vidas, abocándonos de nuevo al fragor de la vida y de la soledad verdadera, la soledad en compañía, que es la peor de las soledades, no habrá servido para nada esta experiencia.

En estos días repito el tema del tiempo, en una ocasión, allá sobre por el año 2017, ya lo hice, siempre me hizo pensar la frase de Suetonio “FESTINA LENTE” (apresúrate despacio)

Y hoy es un día con más luz  y necesito atraparla porque soy sabedora de lo engañoso del solsticio de verano. Por esa razón he estado poco a poco atrapando las luces de estos días previos que iban creciendo poco a poco, porque después de todo mañana tendremos menos luz y así hasta el próximo solsticio en que la oscuridad nos abocará a la luz.

Deseo que hayamos sido capaces de poder atrapar los momentos vividos y que todos hayamos crecido como personas. Que nos demos cuenta de que debemos parar para tomar aire y sentir, para hablar, para coger la mano del que tenemos al lado, de que  no debemos ni podemos olvidarnos de que mañana es hoy. De que hemos vivido o estamos viviendo una situación excepcional.

Hace unos días comprando en una gran superficie me encontré con una alumna que me dijo  “¡Ay, doña Virtu! Vamos a hacer historia, vamos salir en los libros, porque esto es como una guerra, pero no vemos al enemigo. Pero yo sí sé quiénes son los amigos, todos los que tengo al lado, a mí alrededor. ” Me hizo llorar.

Feliz Solsticio de verano! ¡Y hasta la próxima!

Os quiero.

Mª Virtudes Várez.



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