viernes, 28 de diciembre de 2018

Los días, los años que no perdonan, el tiempo inexorable que todo lo cubre. El ayer y el hoy.






Los días, los años que no perdonan, el tiempo inexorable que todo lo cubre. 

El ayer y el hoy.

Simplemente te has ido.

   Era un día familiar, la Nochebuena, estabas en tu tierra, Bad  Reichenhall , aunque nunca dejaste de ser y ejercer de “gato”. 

   Una vida muy intensa entre Alemania y España, un no parar hasta la muerte, “de  la ceca a la meca”, como diría un castizo, que tanto te gustaban. Porque por mucho que pesaran los alemanitos, tú te sentías castizo.

   Amabas mucho esta tierra, anduviste mucho por sus veredas. Conocías como nadie el polvo de los caminos para conseguir ver una iglesuela perdida en la nada de una ladera.  Dejaste tu huella en Marbore, en el Cilindro,  y desde tu casa, desde el balcón, veías Guadarrama y soñabas desde tu sillón con recorrer de nuevo Cuerda Larga.

   Participamos contigo,” los Bregantes”, en aquellos maravillosos veranos, en la búsqueda de Arpán, de Barfaluy, descubriendo los antiguos arnales, nos sublevamos frente a tu poder y tu ciencia y después de aquella caminata que no resistió Emiliano te encontraste con una Virtudicas que pedía y conseguía agua, frente a tu ceño fruncido, la garrafa me la volqué encima de golpe, teníamos la manos con pinchos de las aliagas a las que nos agarrábamos al bajar de  la torrentera. Bañistas furtivos en una noche de luna en el rio Ara, el agua estaba algo más que fría, como médico luego temías las consecuencias , pero lo único que sucedió es que los chico lo recuerdan como una aventura más que no todo el mundo ha podido vivirla.

   Cantábamos de noche en Broto “salid niñas al balcón”, haciendo las comparsas, en un pueblo en silencio, porque en el recuerdo, en tu vida, Villena fue muy importante. Los largos veranos, antes de que yo naciera en casa de mis padres. Cuando jugabas al futbol con los chavales en el “Villena “y alguien dijo que no podías hacerlo porque eras extranjero, pero como marcabas goles, los compañeros te defendieron. Aquel primer amor, tu primera novia, Elia, de la cual te acordabas hace unos años y decías, serás tan viejecita como yo. ¡Ese primer amor que se idealiza!

   Vidas entrelazadas. Cuatro  generaciones unidas por el cariño de una amistad muy profunda. Muchos caminos andados, muchas emociones al recordar, como cuando me enseñabas el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y me  contabas medio llorando que siendo niño le dijiste a tu padre:”Yo un día hablaré desde el púlpito del paraninfo” y lo conseguiste, no en vano fuiste uno de los promotores del renacer de la nueva Universidad de Alcalá.

   Quedaras en el recuerdo junto con las palabra de Iradier cuando escribió “La paloma” para Eugenia de Montijo.

   Te hemos querido mucho.
                                                                           Mª Virtudes Várez Pérez

miércoles, 26 de diciembre de 2018

El miedo a la luz.


¡Feliz solsticio de invierno! (Aunque sea con retraso)

El solsticio de verano me lo robaron.

   Porque hay ladrones, sí, que están agazapados detrás de las sombras, por eso temen tanto la luz, y tratan de engañarnos con fuegos, con luces artificiales que nos deslumbran, una linterna, un foco enchufado a la red, pero que en el fondo no son luces naturales. En el momento en que se gastan las pilas o se desconectan de la red, ¡pluf! Se apagan y aparecen como son.

   Recuerdo aquella frase de Machado de “Todo necio confunde valor y precio”. Y yo soy uno de esos necios que confunde en ocasiones el valor y el precio, sí, sé que los que me conocéis no me estáis entendiendo porque el valor y precio creo saber diferenciarlos en la vida diaria, pero en las relaciones humanas soy en ocasiones lela y confiada, soy de las que nunca escarmientan,  de ahí surge mi reflexión.” El valor de las personas y el precio por el cual se venden” 

   Y son estos seres los que están encargados, los que son responsables de la oscuridad, como la Reina de la noche de Mozart que con bellos cantos, aquellos cantos de sirena de otras historias, trata de engañar a Pamino.

   Es curioso que la literatura esté tan completa a este nivel, siempre habrá  un héroe tratando  de descubrir y sacar a la LUZ los cantos de las sirenas, que nos adulan con sus voces, pero estos seres están tan rodeados de oscuridad  que ni ellos mismos son capaces de darse cuenta del duro  juego que están llevando a cabo. Y solo necesitarían un atisbo de luz, la luz de la  verdad para que les alumbrara el camino.

   Pero aparecerá Zarastro y nos dará una flauta, que al hacerla sonar  nos hará  ver el camino. Y por muchos intentos que existan de apagarnos las luces seguiremos encendiéndolas. Y   no se apagaran porque ni  hoy, ni mañana, ni pasado en que aparece el tópico de la LUZ DE LA NAVIDAD, no , porque de nuestro interior o del interior de cualquiera de vosotros saldrá una luz, la luz de la verdad, de la justicia y de un amor verdadero. Porque como en las olimpiadas siempre habrá alguien que porte la antorcha con el fuego encendido, siempre habrá un Prometeo con valor y decisión para robar el fuego a los dioses y dárselo a los hombres.

    O por lo menos siempre existirá un soñador que llevará a cabo el intento de hacer posible esta situación. Ya sé que me vais a llamar utópica, pero sí, lo sé, lo soy, y en cierto modo gracias a estas utopías y a estos sueños sobrevivo. Caeré muchas veces y os fallaré, pero no será de forma consciente y llegados a estos momentos os pido perdón y os pido vuestras manos para comenzar un nuevo año que nos conduzca a la luz.

MªVirtudes Várez Pérez

domingo, 23 de septiembre de 2018

Pajaro.Era una mañana muy soleada, hace muchos años, casi 50. . .





Es invierno, en mi habitación hay dos grandes ventanales, las paredes están pintadas de azul, dos camas de madera de cerezo cargadas de historias con muchas vidas a sus espaldas , dos sillones de orejas de rejilla ,  que   flanquean la ventana de la derecha y en el ángulo derecho entre los dos ventanales una mesita hace de soporte a un espejo mágico que todos adorábamos, era un espejo muy grande con un simple marco de madera, con una doble voluta,  de color dorado  que había sufrido la pátina de los años,  mientras el cristal tenía pequeños puntos marcados que hacían presumir sus múltiples ubicaciones, el camino había sido largo. Era un recuerdo de otros tiempos y de otros lugares. A través de  esos puntitos oscuros que marcaban la luna por detrás cabía pensar que se trataban  de ojos misteriosos y secretos que te observaban de una forma amable, serena, condescendiente porque al mirarnos en él siempre sentíamos una sensación de placidez y amabilidad. 

Dicen que lo espejos tienen vida y yo creo que es cierto. 

En mi vida he tenido y tengo ciertos espejos que son parte de varias vidas, generaciones, con tal cantidad de vivencias y experiencias que pueden llegar a dar su opinión. En ocasiones la han dado, aunque no me creáis. Dicen que en los espejos se produce la autocontemplación y reflejo del Universo, y sí, ese era mi universo en aquel momento. 

Pero este espejo no te invitaba entrar dentro, participaba de tu vida, era un espejo dulce en el que siempre comprobamos, observábamos aquel vestido que te habías comprado y en el que consultabas sus cualidades con él, porque era amable y siempre devolvía una imagen dulce y tenía una propiedad mágica ¡hacia más delgada!

En ocasiones mi madre, con infinita paciencia me cosía un vestido y yo rebelde giraba, me movía, siempre había una razón para hacerlo. Un alfiler que me ponía en la costura para ajustarla, recoger un dobladillo y volver a mirarlo en el espejo para que diera su visto bueno el espejo y luego yo.
Pero en mi habitación había otra ventana que daba directamente al jardín  por la que en invierno entraba un sol vivificador, una luz esplendorosa que envolvía de vida aquella estancia, notaba ese sol en mi piel, era un calor diferente al de cualquier calefacción, era un calor lleno de vida.  Y a través de esta ventana un día encontré un regalo, había un manzano joven, plantado en el rincón aprovechando el “reser”, buscando el abrigo y el calor del sol, y entre sus ramas descubrí que quería tener una cámara de fotos para mí  sola porque veía como dos gorriones  jugaban entre los botones de los nuevos brotes de aquel árbol y me quedé quieta, tan quieta que mi madre pensó que me pasaba algo, porque no me movía nada, me había quedado completamente paralizada como si con mi movimiento pudiera asustar a los pájaros. Era un momento mágico. Tan mágico que hoy a mis 65 años todavía recuerdo y al que recurro en ocasiones para encontrar paz y serenidad, aquellos pájaros me la dieron  y me la siguen dando.

¡Mi habitación era mágica! Hasta un punto no creíble.

Pero pasaron los años y aquella ventana fue tapada para ampliar la casa y con ella desapareció aquel joven manzano y aquellos pájaros. Era el conjunto de aquello elementos los que conseguían la alquimia necesaria para la felicidad, un felicidad doméstica, pequeña y sencilla. 

¡Y ya nunca volvió a ser mágica!

Mª Virtudes Várez Pérez

23 -9-18

sábado, 22 de septiembre de 2018

HUELLA. Se ponía el sol...


  



Se ponía el sol, los bañistas casi habían abandonado totalmente la playa, pero  llegó un momento en que me quedé completamente sola, la brisa que llegaba del mar era cada vez más fresca y húmeda, casi resultaba extraña porque decían que estábamos en verano. El silencio se iba apoderando del espacio y el bramido de las olas entraba en competición con él. No se podía distinguir cuál de los sonidos era más poderoso, si aquel atronador silencio solo roto por algún graznido de gaviotas o el chocar del agua contra las rocas y la arena. Era la naturaleza que estaba compitiendo por retomar su poder, por recuperar su territorio. Yo era un ser extraño allí.
Me había quedado quieta, casi me daba miedo moverme porque en el fondo temía esos dos sonidos, que me generaban desasosiego, inseguridad. Tenía frio, no sé si a causa del viento o a causa de mi miedo. Mis pies se comenzaban a hundir en esa arena que en principio parecía seca pero que sorprendentemente ahora tenían un poco de agua a su alrededor, y sentí un escalofrío porque al darme cuenta pensé en que me podía quedar atrapada poco a poco  en esa arena.
Decidí moverme de forma cautelosa, casi sin manifestar ningún movimiento brusco, primero extendí mi espalda alargando mi cabeza hacia arriba como si un gigantesco  hilo tirase de mí, y de forma pausada, lentamente, fui extendiendo mi cuerpo hasta alcanza la verticalidad. ¡Lo había conseguido! Pero ahora tenía que salir de allí, moví un pie y sentí al hacerlo como si la arena mojada quisiese tirar de él para quedárselo, firmemente moví el otro pie y pensé, es sencillo , todo es cuestión de no parar, despacio para no llamar la atención y pasar desapercibido en mi movimiento, pero sobre todo no parar..
Mientras el poco sol que quedaba había quedado atrapado detrás de una duna, este era mi destino.
Por fin llegué a ella  y al hacerlo pensé que por fin lo había  conseguido. Al notar en mis pies la arena seca sentí al mismo tiempo por una parte su textura  que se empeñaba todavía en quedarse adherida a mis piel,  pero por otro lado sentía que todavía esa arena me seguía acompañando  generando una doble sensación, la del temor de no escapar a ella  pero también   una sensación de libertad al pensar que había podido escapar, huir.
Todo había sido como un sueño, un sueño irreal. Yo no tenía el por qué haber tenido miedo, era absurdo, la racionalidad me decía que lo que me había atrapado era la imaginación. Pero al pensarlo me giré sobre mí y me sorprendí al ver cómo me perseguían decenas de huellas, algunas de ellas  con un agua dorada en su superficie que vibraba amenazante por efecto del viento, mientras  otras estaban secas. Pero todas me seguían
.
Y yo creía que había conseguido escapar, pero. . . mis huellas me siguieron.

Mª Virtudes Várez Pérez.
22-9-18

miércoles, 18 de abril de 2018

Diario de la Guerra Civil.


Hoy como otros muchos días Facebook me preguntaba de nuevo , ¿Que, qué pensaba?.Una maquina impersonal me preguntaba. Menuda estupidez. Pero yo le respondí.

¿Que qué pienso? Pienso en que mañana cumplo 65 años, En que nada es verdad  ni mentira, que todo es relativo, que llevo ya muchos años oyendo cuentos de viejas, que creo en lo que sucede  cuando lo veo, que no creo en los cuentos de hadas porque sé que la magia sí existe, existe  detrás de cualquier árbol, de cualquier sonrisa, de cualquier persona.
Que la vida siempre, siempre es capaz de sorprendernos mil veces mil, a veces a lo largo de un solo instante.
Que este momento es único e irrepetible y que la vida está llena de estos momentos pero que muchas veces estamos ciegos y sordos y no lo vemos.


Que detrás de este ordenador, o mejor dicho dentro de él, la vida me iba a sorprender  haciéndome muy feliz al leer  un diario de la Guerra Civil, escrito por un muchacho de 18 años, sanitario, que no solo escribía su día a día, sino que lo ilustraba con dibujos preciosos. Que en medio de la barbarie de la guerra podía extasiarse ante una puesta de sol o un arco iris y dibujarlos para a continuación temblarle el pulso al escribir que estaban cayendo obuses.

Que la vida pasa demasiado deprisa y que no quiero que me roben ningún día, que quiero, quiero.

Que me gusta cuando me llaman “abú”, que me sorprendo ante una masa de pan subiendo en un lebrillo, que el agua no es insípida, que el agua sabe a vida y cada agua tiene su sabor y siento que me engañaron en tantas cosas que ahora que soy vieja quiero gritar muy fuerte noooooo.

Que no aguanto las verdades a media, los juegos de palabras, que quiero mirar a los ojos.

                                                                                                     MªVirtudes Várez