Curioso ese
20 repetido.
Este año, o
mejor estos últimos meses, hemos vivido una repetición detrás de otra, hemos vivido
todo tipo de sentimientos. Hemos repetido los días, las semanas, los meses.
Todas estas
vivencias me hacen pensar en que hemos tenido que repetir los días para darnos
cuenta de que había algo que no estábamos haciendo bien.
Vivíamos en una carrera para llegar los primeros, los primeros
en todo. Y de repente frenamos, o mejor dicho, nos frenó un “bicho”. Y recuerdo
una frase terrible, oída en el comienzo de los 80, “es un bichito tan pequeño
que si cae al suelo se mata” terrible y desafortunada frase. Pero ahora nos
hemos vuelto locos tratando de matar al “bichito” que curiosamente,
estéticamente, parecía escapado de una serie de “manga”, pero no era
un dibujo ni un holograma, era una realidad, un enemigo agazapado en cualquier
rincón o pliegue de un guante de nitrilo.
Nos quedamos
en casa, los mayores y los pequeños, el concepto de tiempo varió, pasó de ser
un concepto veloz a uno lento e incluso en ocasines muy lento.
Descubrimos que
aquel reloj que llevaba el conejo en Alicia no nos servía.
Optamos por
la supervivencia, por descubrir al que teníamos al lado y al que teníamos
dentro de nosotros. Cada uno se enfrentó de forma diferente a la situación,
unos optaron por la series de TV queriendo matar el tiempo, pero el tiempo era
resistente mucho más de lo que cabía suponer y no les sirvió, otros comenzaron a recordar cuantas cosas habían
dejado en sus carreras contra el reloj para cuando tuvieran tiempo, y se encontraron
con que lo tenían, e incluso algunos descubrieron que ese era
insuficiente para rescatar todas aquella cosas que habíamos dejado para
después, porque ¿ qué pasaría si de repente se anulaba este aislamiento y no
habíamos terminado nuestros sueños aparcados?
No, había
que sacarle tiempo al tiempo y comenzamos a escribir, pintar , recitar poesía,
hacer música, escucharla, sacar de una pila de libros aquellos que habíamos
aparcado para después… aunque en el fondo de nosotros mismos sabíamos que nunca
tendríamos un momento para rescatarlos. Pero hubo tiempo. Y esos libros tomaron el
poder.
Padres e
hijos se encontraron en una convivencia desconocida y esa situación no debía
destrozar nuestra relación, en algunos casos superó las espectativas, en otros nos permitió
redescubrir un hombre nuevo dentro de nosotros.
El mundo se
paró, sí, se paró, y la naturaleza dijo “ahora es la mía, vais a aprender algo
que llevo mucho tiempo diciéndoos”. Hubo
un silencio natural, por las mañanas, al amanecer, escuchábamos el trinar de
los pájaros y nos sorprendía, era algo nuevo. Hasta las borrascas pudieron entrar y dejar caer
su agua, antes la contaminación les impedía su ejercer su función.
Los relojes
tuvieron un simple valor orientativo, ya
no marcaban nuestro destino.
Redescubrimos
al amigo, el valor de la palabra, largas conversaciones, telemáticas, telefónicas
nos permitieron hacerlo. Después de todo, no eran tan terrible el aislamiento,
era una nueva forma de afrontar la vida, la vida con tiempo.
Y aunque
fuera de nuestras paredes hombres y mujeres dejaron su vida en los hospitales para
salvarnos, con un simple aplauso creíamos que era suficiente para agradecer tal
entrega.
De
nuevo nos lavábamos las conciencias.
Y olvidábamos a aquellos docentes que perdían las pestañas en los ordenadores, luchando con las caídas de la red, los sistemas que no cargaban, con sesiones lectivas de casi todo un día, porque en el fondo “no tenían clase”. Salió a flote un viejo tópico sobre los mismos.
Y olvidábamos a aquellos docentes que perdían las pestañas en los ordenadores, luchando con las caídas de la red, los sistemas que no cargaban, con sesiones lectivas de casi todo un día, porque en el fondo “no tenían clase”. Salió a flote un viejo tópico sobre los mismos.
Y
llego a una conclusión.
Se perdieron los abrazos, los besos de los que queremos y de los que solo teníamos una imagen virtual, pero creo que descubrimos al vecino del 5ª y al vecino de enfrente, y a pesar de que subíamos solos en el ascensor por necesidad, en el fondo necesitamos subir acompañados como antes pero de otra manera, pudiendo decirle buenos días, compartiendo ese pequeño viaje.
Se perdieron los abrazos, los besos de los que queremos y de los que solo teníamos una imagen virtual, pero creo que descubrimos al vecino del 5ª y al vecino de enfrente, y a pesar de que subíamos solos en el ascensor por necesidad, en el fondo necesitamos subir acompañados como antes pero de otra manera, pudiendo decirle buenos días, compartiendo ese pequeño viaje.
Pero
pienso en que si
volvemos a nuestras viejas prácticas y el tiempo, de nuevo “ese” tiempo vuelve
a enseñorearse de nuestras vidas, abocándonos de nuevo al fragor de la vida y
de la soledad verdadera, la soledad en compañía, que es la peor de las
soledades, no habrá servido para nada esta experiencia.
En
estos días repito el tema del tiempo, en una ocasión, allá sobre por el año
2017, ya lo hice, siempre me hizo pensar la frase de Suetonio “FESTINA LENTE”
(apresúrate despacio)
Y
hoy es un día con más luz y necesito
atraparla porque soy sabedora de lo engañoso del solsticio de verano. Por esa razón he
estado poco a poco atrapando las luces de estos días previos que iban creciendo
poco a poco, porque después de todo mañana tendremos menos luz y así hasta el
próximo solsticio en que la oscuridad nos abocará a la luz.
Deseo
que hayamos sido capaces de poder atrapar los momentos vividos y que todos
hayamos crecido como personas. Que nos demos cuenta de que debemos parar para
tomar aire y sentir, para hablar, para coger la mano del que tenemos al lado,
de que no debemos ni podemos olvidarnos de que mañana es hoy. De que hemos vivido o estamos viviendo
una situación excepcional.
Hace
unos días comprando en una gran superficie me encontré con una alumna que me
dijo “¡Ay, doña Virtu! Vamos a hacer
historia, vamos salir en los libros, porque esto es como una guerra, pero no
vemos al enemigo. Pero yo sí sé quiénes son los amigos, todos los que tengo al
lado, a mí alrededor. ” Me hizo llorar.
Feliz
Solsticio de verano! ¡Y hasta la próxima!
Os
quiero.
Mª
Virtudes Várez.