martes, 20 de diciembre de 2016

A las buenas tardes...



El 21 de Diciembre de 2016 a las 10:44 UTC tiene lugar el Solsticio de Invierno. 



A las buenas tardes, diría un campesino de hace muchos años. Un hombre del campo que viviría en un pueblo, con una rutina cotidiana en la que nunca faltaba ese saludo  o parecido con todos los caminantes que se encontraba en su quehaceres habituales.
Porque en esta sociedad tan urbanita se nos ha olvidado saludar, decir buenos días, hasta tal punto que cuando vamos en un ascensor con más gente se produce un extraño proceso: todo el mundo se mira atentamente las manos, los pies, o  mejor dicho, los zapatos, que están arrugados de caminar pero no de andar. Rehuimos mirar al de al lado, al de enfrente, con suerte dejamos salir a ese señor de entradas blancas rayano en la cuarentena o cincuentena que anda por la vida corriendo pendiente de una apretada agenda y que tiene mucha prisa por llegar, a  la señora que va camino de la calle, quizás a pasear, porque no quiero pensar  en que a lo mejor solo sale a hacer la compra diaria y quiero soñar que baja en  ese ascensor después de un ritual ante un espejo, un armario,  para ir a buscar un poco de  vida que rompa con esa rutina tan cansina del día a día, y que en un parque, en una terraza hay un café que lleva su nombre y un tiempo que  necesita atrapar solo para ella, porque necesita soñar, necesita crear, para hacer algo que rompa esa rutina silenciosa, se sentará y los rayos de un tímido sol invernal calentarán tímidamente su cuerpo y la sangre correrá por sus venas con una alegría distinta y ese tiempo será solo suyo y se sentirá inmensamente rica, rica en tiempo.
Pero  seguiremos pasando unos al lado de los otros y no nos veremos, casi podemos decir que somos invisibles entre nosotros. Y a pesar, o precisamente por haber llegado la Navidad, surgirá un proceso de euforia mercantilizada, orquestada por las cadenas comerciales, en la que todos tendremos una falsa euforia deseándonos todo  tipo de parabienes. Y se genera una  expectativa de ser felices a toda costa, porque toca, sin plantearnos qué es la felicidad o en qué consiste, y eso originará en ocasiones una auténtica angustia. Y sí, muchos deseos son sinceros y son percibidos como tal, pero es precisamente en estos días donde más se acentúa la soledad, y en ocasiones con los más cercanos,  sin darnos cuenta muchas veces de ello a pesar de tenerlos al lado.
 A través de las redes sociales, en una sola tarde me vi sorprendida por dos imágenes de origen muy diverso pero con un elemento común, “la soledad”, en una de la imágenes había un adolescente o un niño (¡qué más da!) rodeado de muchos juguetes y el chico lloraba desconsolado diciendo: “Yo solo quería un abrazo” y en el otro un niño se abrazaba a un zapato y afirmaba: ”Cuando estén tristes abracen a un zapato, un zapato con-suela”.
Y fueron estas dos imágenes las que me han hecho hacer este comentario. Vivimos en una sociedad en que no nos vemos y una sonrisa es muy barata,  una palabra  amable es muy gratificante, una mirada a nuestros ojos nos hace sentirnos vivos y si encima un amigo nos escucha y apoya su mano en nosotros entonces todo es mucho más fácil. Necesitamos tiempo para el tiempo, tiempo para vivir. Necesitamos hablar, escuchar y que nos escuchen. Los niños necesitan menos juguetes y más sonrisas, cuentos inventados contados riendo encima de una cama entre carcajadas. Todos necesitamos sentirnos visibles, necesitamos querer y que nos quieran, pero siempre recordando que las cosas, cosas son, solo eso.
 Yo quiero, necesito palabras, miradas, gestos, paz, y es eso lo que hoy quiero daros, desearos: tiempo, palabras, unos ojos que os miren, una sonrisa, una caricia, una larga conversación o simplemente unas pocas palabras, unos buenos días y un por favor, un muchas gracias, cosas sencillas que hacen más fácil la vida. Gracias por ser mis amigos.

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