No me puedo olvidar de esta fecha.
Estábamos en clase y de repente Valero entró por la puerta diciendo lo que había sucedido en Portugal. Era 25 de abril de 1974.
A los pocos días pude asistir a una clase
magistral, presidida por don Samuel Sáez. Doctor, Catedrático de
Geografía Física y por uno de nuestros compañeros, aquel que nos
transmitió la noticia.
Fue muy emocionante el ver a don Samuel y a
Valero sentados en una silla de clase, se habían bajado del estrado.
Todos nosotros estábamos a su alrededor oyendo cómo José Ramón nos iba
desgranando los hechos bajo la aquiescencia de
don Samuel. Cuando terminó hubo un silencio que se cortaba, pero se
rompió rápidamente con un aplauso general. Está claro que no estábamos
toda la clase, si dijera eso mentiría.
Pero me siento orgullosa de que Valero me
regalara la copia del texto, de tener la copia del original, en aquel
papel amarillo de las copias mecanográficas, para mí es un tesoro y un
símbolo.
Un MAESTRO puede marcar los destinos y don
Samuel lo hizo. Valero terminó enseñando Geografía en la Universidad,
investigando en torno a la Guerra Civil, yo seguí los pasos de aquellas
rutas de la cuales hablaba en sus clases, de su
paso por el Pirineo, buscando aquellos dólmenes que él había
fotografiado en blanco y negro, pero sobre todo busqué San Juan de las
Abadesas y lloré al ver aquellas figuras que él mismo había salvado en
su periodo como soldado en la Guerra Civil, a bordo de
un camión y recordaba su relato sobre cómo, con un fusil, defendió de
la barbarie la destrucción del reloj y demás esculturas del altar. Lloré
por todo lo que significaba en cuanto a la toma de posiciones ante la
vida y di las gracias.
En cierto modo, cuando llegó el “Diario” de
Jesús Asunción a mis manos me acordé de mi Maestro y luché para que
saliera adelante pese a los obstáculos con los que me encontré, en la
parte que a mí me corresponde de “Comiendo en plato
vacío” hay una parte de él, entre otros.