lunes, 24 de febrero de 2020

La música, siempre la música, acompañándonos.




Decía Alfredo Conde en “Los otros días" :


Y cuando todo estuvo cubierto de música, cuando ya nada cabía, ni dentro, ni fuera de nosotros, supe que todo estaba suspendido y que el fluir  y el refluir, no eran perceptibles y que flotábamos en el cosmos llevados de la armonía.”

De nuevo suena el “Vals de la viuda Alegre”, 78 años después,  y consigo con él recorrer  el espacio y el tiempo y de nuevo comprobar que somos música. 

Que la música la heredamos, que nacemos con ella, que forma parte indisoluble de la vida y por tanto del recuerdo. Incluso afirmo que en cierto modo nos hace inmortales al perpetuarnos en sus acordes, sus notas, porque una parte de nosotros en un momento determinado fuimos capaces de hacer vibrar nuestra mente en la misma onda de vibración de las notas que sentimos dentro de nuestro ser. 

Diversas experiencias de nuestra vida siempre estarán asociadas a diferentes músicas.

Las distintas vivencias por las que he pasado han estado acompañadas por ella. La muerte y la vida con el “Va pensiero”. Mi toma de conciencia con la vida con ‘Grandôla, Vila Morena’. La ternura de acunar a un hijo con “Mas vale trocar” de J. de La Encina. Corregir exámenes con auriculares y “LaTraviata” a todo volumen. Bajar de noche andando por aquellos senderos de “Coronas Grabiel”( Grabiel en aragonés)  al acorde de todas aquellas canciones que sabíamos para asustar a cualquier animal que pudiera acercarse a nosotros. La verdadera y preciosa historia, por suerte o desgracia desconocida, de la Paloma de Iradier en aquellos intrincados caminos, tortuosos,   del Valle del Ara, los sueños. Y en la vejez cantar aquellas canciones y retahílas que cantábamos de niños y descubrir que aquella vieja canción, que ahora canta tu nieta,  contaba una historia y que su origen saltaba más de tres o cuatros generaciones y que estaba cargada de un significado que teniéndolo delante desconocías. La serenidad de una larga tarde, íntima y propia, de los conciertos de flauta de Haydn o simplemente oír caer el agua en aquella “cascada “ que nos robaron y que con ella se fueron las ranas.  La noche comenzó a sonar diferente, ya no era la misma noche.

 La música, siempre la música, acompañándonos.

¡Gracias por la música.!

MªVirtudes Várez .


J. Haydn - Hob VIIf:D1 - Flute Concerto in D major (Leopold Hoffmann)