
En mi cabeza resuenan los versos de “La Ilustre Fregona" y a mi padre recitándolos.
Era otoño, un otoño más, un otoño de tantos otoños, pero en la distancia del tiempo un otoño especial.
El declinar del sol, “el tardío” se apoderaba del espacio, de la tierra, ralentizaba la vida, nos concentraba en torno a aquella mesa, sobre ella un libro y envolviéndolo todo aquel olor tan indescriptible, para mi tan agradable del humo de su pipa, del vapor de la tetera, el tintineo de la cucharilla en la taza, el crujir del suelo de madera, quejumbroso, de los techos. Las maderas que se empeñaban en demostrar su presencia, en demostrar que estaban vivas, que formaban parte de nuestras vidas. Porque antes las casa tenían vida propia, su identidad, sus olores peculiares, propios y que algunos por seguir con ciertas tradiciones, usos y costumbres seguimos generando casas con un olor semejante. Un día no muy lejano al entrar Eloisa se quedó parada y dijo sobre Menorah:"esta casa huele como la casa del abuelo" la "casa del bosque” como decía Fátima de pequeña, porque en su mirada los árboles no le dejaban ver el bosque y allí tenía un mundo maravilloso, aquel que yo también había compartido y en cierto modo había contribuido a formar.
Era nuestro espacio, lleno de proyectos, de sueños, de tantas palabras, de tantos recuerdos. El fuego en la chimenea crepitaba.
Olores, colores, sabores, sonidos.
Creo bien pensado, o a lo mejor sin pensar que esta pudiera ser una primera parte de otras muchas o mejor dicho de otros recuerdos más.
(I parte)
"La ilustre fregona"
¿Quién de amor venturas halla?
El que calla.
¿Quién triunfa de su aspereza?
La firmeza.
¿Quién da alcance a su alegría?
La porfía.
De ese modo, bien podría
esperar dichosa palma
si en esta empresa mi alma
calla, está firme y porfía.
¿Con quién se sustenta amor?
Con favor.
¿Y con qué mengua su furia?
Con la injuria.
¿Antes con desdenes crece?
Desfallece.
Claro en esto se parece
que mi amor será inmortal,
pues la causa de mi mal
ni injuria ni favorece.
Quien desespera, ¿qué espera?
Muerte entera.
Pues, ¿qué muerte el mal remedia?
La que es media.
Luego, ¿bien será morir?
Mejor sufrir.
Porque se suele decir,
y esta verdad se reciba,
que tras la tormenta esquiva
suele la calma venir.
¿Descubriré mi pasión?
En ocasión.
¿Y si jamás se me da?
Sí hará.
Llegará la muerte en tanto.
Llegue a tanto
tu limpia fe y esperanza,
que, en sabiéndolo Costanza,
convierta en risa tu llanto.
( Cervantes.)
Mª Virtudes Várez