"La puerta estaba abierta"(Fragmento)
Cuanto más miraba, sin cruzar la
puerta, veía discurrir nuevas escenas, diversas, casi en color sepia.
Campesinos con capazos de esparto.
Capazos tejidos, hechos en los descansos del trabajo de aquella huerta, fértil,
cuando a la vuelta de una jornada venían
con las atochas atadas a los serones, recogidas en los campos yermos, secos.
Luego las trenzarían, hábilmente, brizna a brizna, con la paciencia infinita de
los años, aquella interminable cinta que luego coserían, en las calles,
sentados en las sillas de anea, a la sombra de los aleros, al fresco de la
tierra mojada por el rociar de un cubo,
atravesadas por las golondrinas volando tan bajo que parecerían querer
participar de aquella vida. Y lentamente tras coser las tiras, surgirían tantas cosas , capazos,
caracoleras, alpargatas, el margual para avivar los fuegos, las sogas, ... Para
todo servía el esparto.
Llegaban con los capazos cargados de
olorosas naranjas, voluptuosas, que competían en olor y color con unas
alcachofas inmensas. Alcachofas de hojas fuertes, duras, cerradas, con fuertes
puntas afiladas queriendo defender su nombre, su origen denostado, y su ligazón a la tierra "lengüetas de la tierra". Protegiendo dentro de ellas
un tierno corazón. Duras por fuera pero
tremendamente tiernas en su interior, temerosas de ser deshojadas y morir en un
arrebato de vergüenza por su desnudez.
Era dolorosa la semejanza entre estos
productos y sus portadores. Duros, ásperos, con la cara cubierta de surcos, del
color de la tierra. Los ojos entornados por tantos soles y tantos polvos, tanta
sequedad y tantas aguas. Unas manos
grandes, muy grandes, tremendamente fuertes, pero habilidosas, tiernas, capaces
de pasar de la tierra a la caricia en un instante, manos llenas de amores.
Aprovechar hasta el último instante de asueto, aunque en el fondo no sabían bien que
era aquello. Había que trabajar y abastecer
las mínimas necesidades de la familia con lo que les daba aquella
tierra.
Estos hombres tenían un don especial,
el don de la creación, un don casi bíblico, como aquel grano de mostaza que se
transformó en una planta tan grande que albergaría y
alimentaría los pájaros, casi como un árbol, protector, benefactor...
(...)
"La puerta estaba abierta", Mª Virtudes Várez